Despertamos cada día, y ¿sentimos?, ¿pensamos?, ¿soñamos?, ¿o
simplemente abrimos los ojos a un nuevo día y esperamos ver que trae, esperamos
ver que nos regala o quizás despertamos y nos dejamos llevar?.
Hoy desperté, y sentí esa luz que te dice que aún sigues
aquí, esa que te dice que tienes un nuevo día, y que ese día comienza lleno de
luz. Agradecí, sonreí, miré a mi alrededor, y luego comenzó la rutina, comer,
bañarme, ordenar, planificar, vestirme, pensar, existir.
Pero muchos agregan una acción adicional a su día, “buscar”.
Si, buscar. Y es que todo gira alrededor de esa búsqueda eterna, por ese algo
que nos haga felices, por esa razón absoluta que necesitamos para saber que
estamos aquí por una razón, y que esa razón la debemos buscar.
¿Pero qué buscamos que no tengamos?, ¿realmente no lo
tenemos?, ¿o no lo vemos?. Creo que lo
tenemos desde que nacemos, pero no lo entendemos, y no lo entendemos porque no
vemos dentro de nosotros mismos, no nos observamos, no nos escuchamos, no nos
conocemos, no nos sentimos.
Caminamos por la calle y observamos, cada rostro, cada
gesto, cada movimiento de quien imaginamos pudo haber encontrado ese motivo
para ser feliz, y suponemos mil cosas que podrían ser pero que no tenemos certeza,
y en ese “observar” nos perdemos el “ser”.
Una vez leí que todos tenemos una segunda mente, una que prevalece
ante el consciente del aquí y del ahora, para llevarnos a un punto donde
dejamos de ser, simplemente para pensar, y es en ese pensamiento donde nos
perdemos de lo más importante que tenemos en la vida, el ahora.
Ese ahora es el que nos pertenece, el que no se
busca, con el que nacemos, el que nos permite ser felices, el que nos permite reír,
llorar, creer, soñar, para darnos cuenta que simplemente podemos “vivir.”