lunes, 7 de septiembre de 2015

¡Nos encontramos!

 
Aquí se siente caliente y cómodo, parece que estoy en compañía, son muchos,  y al igual que yo, parecieran buscar a alguien, haciendo del llanto su mejor herramienta.

Alguien se acerca, y es la misma mujer que amablemente me tomó en sus brazos minutos antes para traerme hasta aquí. Me sonríe mientras vuelve a tomarme en sus brazos, me arrulla y murmura algo que no entiendo, pero por su cara y sus gestos, creo provocarle cierta ternura.

Caminamos un largo pasillo, con luces blancas pero incandescentes, a las que aún no me acostumbro. Decir “caminamos” es un sentido figurativo de lo que realmente hubiese querido hacer para ir en busca de ella.

Al llegar a la puerta mi corazón comenzaba a latir aceleradamente, no entendía por qué, si aquella mujer me arrullaba en sus brazos de una forma tan acogedora.  Se abre la puerta, la mujer de blanco camina y al detenerse, me baja lentamente y me acuesta, sobre… no es una cama… es ella.

Siento su calor, su olor, sus latidos… por fin, por fin puedo verla, Dios! puedo verla, es ella! es ella!. Qué mirada tan dulce, pareciera estar viéndome en un espejo, porque mi reflejo en sus ojos llenos de lágrimas, sólo me hacen sentir una cosa… el más puro y sincero amor.

No puedo hablar, solo respiro y siento sus besos tan calientes y tiernos, que quisiera quedarme todo el tiempo posible a su lado. No puedo tocarla, pero puedo sentirla… puede sentirme… y con solo una mi mirada, ya ella entiende que para mí ese momento… será eterno!.

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